domingo, 5 de enero de 2014

¡EL ENCUENTRO!... Un viaje hacia mi sueño.




Queridos Bilbliofilos, hace mucho tiempo que no compartimos nuestros momentos, me apena estar tan lejos de vosotros, pero esta vida acelerada que me esta tocando vivir me impide hacer aquello que más feliz me hace, entre otras cosas, disfrutar de vuestra compañía.
Hoy aprovechando un rato de mis vacaciones, voy a intentar contaros una simpática aventura que viví hace ya algunos meses y que les debo a mis colegas Aikianos.

Como siempre, hagamos de mi despacho un lugar propicio para que las musas me ayuden a interactuar con vosotros en un Viaje hacia mi sueño.


Comenzaban a asomar  los primeros rayos de sol, hoy iba a ser uno de esos días típicos de la época, sol radiante y el mismo calor sofocante de los últimos días de este verano, que dicho sea de paso, estaba siendo bastante inusual.
Pantalón de deporte, camiseta, zapatillas, música y la compañía de Rosa, mi maravillosa perrita.
En cualquiera de los relojes que mirase, eran las 6:30 de la mañana, salimos de casa a caminar como todos los días, pero hoy con una salvedad, con la mirada de sorpresa de Rosa, diciéndome con sus  ojitos de asombro, ¿pero no te das cuenta que horas son?, ¿pero si aún no han puesto las calles? ¿Pero dónde vamos a estas horas mujer?
Con su mirada de sorpresa, hicimos el recorrido de siempre, con pelota y juegos incluidos, disfrutamos ambas como cualquier otro día, a pesar del madrugón.
Ya de vuelta en casa, aplicamos la rutina de siempre, café, tostadas, y la maravillosa compañía de mi chico, charlando de que nos deparaba ese día., tras ese ratito tan maravilloso que es el desayuno, ducha y puesta en marcha hacia la rutina laboral, aunque este día traía consigo un final distinto y repleto de grandes sorpresas y emociones.

Tras una intensa jornada laboral, comenzó la cuesta atrás hacia mi viaje a Barcelona, donde iba a reunirme con mis queridos amigos, Sandra, David y Carles, pero sobre todo, donde iba a conocer a la comunidad Aikiana, de la cual formo parte.

AQUÍ COMIENZA LA AVENTURA DE UNA AIKIANA Y RENFE


Lo que Renfe no me explico el día que compre mi billete de ida y vuelta a Barcelona, era lo especial y distinto que iba a resultar ese viaje con respecto a otros que ya había realizado con dicha compañía, pero además y no nos perdamos ese detalle, sin ningún coste añadido por mi parte... ¡¡¡qué buena gente ésta de Renfe!! Para no faltar a la verdad, tendremos que decir que este viaje ya traía un toque de Sal y Pimienta desde mi propia casa.

Ya en casa comencé con los preparativos, corriendo de un lado a otro como loca, de una habitación a otra, del patio a la casa, de la casa al patio, de nuevo, a la habitación, a otra, una más y vuelta a empezar. Creo que cubrí algún que otro kilómetro, y mi casa, todo sea dicho, es más bien pequeña, os estaréis preguntando ¿que narices hacia corriendo de un lado a otro de la casa?, pues aunque parezca mentira, no intentaba hacer algo de deporte, intentaba encontrar mi maleta, que no era capaz de saber donde la había metido, hasta que recordé que se encontraba en casa de una de mis hijas, con lo cual comenzó el primer dilema de mi viaje, ¿dónde me llevo ahora la ropa? Al final, encontré una bolsa deporte, pero para rizar el rizo, esta tenía un problema, era muy poquita cosa, tan solo una fina tela, de pronto pensé, ¡cuando digas de usar alguna de las prendas que pongas en su interior, te vas a parecer a un Shar Pei!, o perro toalla, a lo cual no estaba dispuesta, comencé a pensar como solucionarlo y eureka, lo encontré, le puse en el fondo a la bolsa una bandeja de desayuno y sobre ella toda mi ropa, esto aunque incomodo, me daba la oportunidad de no parecerme al Shar Pei, con lo cual, el primer problema solucionado, si, no sorprenderos, estáis leyendo bien, primer problema, ya que esto solo estaba comenzando.

Después de carreras, angustias y del calor ni hablamos, ya estaba en la estación de mi pueblo, desde donde iba a tomar el tren hacia mi cita con Aika.

Para no perder la costumbre, el tren llegó con 15 minutos de retraso, pero ahí estaba, ahora tan solo tenía que encontrar el coche 3 y la plaza 14 A. De un lado a otro del tren carreras de nuevo, en esta ocasión, maleta y bandeja de desayuno en mano, en busca del coche 3, que no aparecía por ningún lado, de pronto pensé ¿habrá sido abducido? Bromas aparte, corrí de un lado a otro intentando buscarlo, hasta que me di de bruces con un señor de dos por dos, tipo armario ropero, que resultó ser el revisor, yo le miré sorprendida por su tamaño y preguntándome, ¿dónde narices a estado metido tal ejemplar mientras yo corría de un lado a otro del tren? En fin, le pregunte por mí vagón y me dijo con una amplia sonrisa, que el coche 3 no venía hoy con nosotros, ¿podéis imaginaros la cara de idiota que se me estaba quedando? ¿Cómo? Le pregunte al simpático revisor, yo ya me veía en la cafetería del tren, esperando que a alguien se le ocurriese enganchar el vagón que se les había quedado olvidado en algún lugar. Menos mal que parecía iba a ser algo más sencillo. El coche 3 se iba a convertir en coche 7 y el asiento 14 A en 7 A, ufff, menos mal, segundo problema solucionado.
Llegamos al coche 7 y sorpresa, a ese lugar tan solo le faltaba una cámara para grabar un anuncio de Benetton, China, Marruecos, Francia, El Reino Unido y ahora Xàtiva, todo listo para comenzar las sesiones fotográficas.
Respira hondo y tranquila, todo está bien, me dije a mi misma en ese momento, tienes vagón y asiento. 
Para que este expectáculo de viaje siguiese con su toque de Sal y Pimienta, en el asiento 7 B se había acoplado un individuo con su mesita repleta de papas, Coca-Cola, caramelos y no se cuanta porquería más, pero sobre todo se le había olvidado antes de subir al tren, pasar por eso que todos conocemos y llamamos familiarmente, DUCHA. Este viaje estaba tomando un derrotero que no me estaba gustando nada, pero tan solo podía respirar sobre mi muñeca derecha que tenía un ligero perfume a Ángel y esperar que las horas pasasen lo antes posible. Para no terminar aquí, de la película ni hablemos, no fui capaz de entender ni una sola frase seguida, era más intenso el ruido de fondo que el dialogo, menos mal que traía subtítulos, vuelta a los años 50 pero sin nada de música y sin la presencia de Charlei Chaplin. En fin, ese era el viaje que me había tocado y no podíamos hacer nada, lo único bueno y que me consolaba era que al final del mismo me esperaban dos días Aikianos maravillosos. 
Todo parecía que iba a terminar ahí y el viaje no tendría más sorpresas, jajajaja, que ilusa, no hay tres sin cuatro y estaba a punto de encontrarme, de frente, de cabeza, de cuerpo, de todas las formas pensables, con la cuarta y la más impresionante de todas.

Ahí estaba mí peor pesadilla, en los altavoces del tren. Una voz femenina, pero poco sensual, nos avisaba que el tren iba a parar, “próxima estación, Tarragona” en ese momento mi Whapssa sonó, un amigo me mandaba uno de esos vídeos que corren por las redes sociales, teléfono en mano, me puse a intentar descargarlo con toda la paciencia del mundo, ya que todo sea dicho, mi móvil es de la época de los Picapiédras, cuando de pronto, alguien sin preguntarme siquiera decidió que yo no había cenado suficiente y me invitó a un plato muy especial, sentí como sobre mí y sobre mi móvil caían unas lentejas con arroz, frías como el invierno, no daba crédito a lo que estaba sucediendo en ese momento, ambos nos habíamos convertido, en la porcelana nada habitual para dicho guiso. Intentando prestar atención a lo que estaba sucediendo, escuche una voz que repetía una y otra vez, lo siento, disculpe, lo siento, cuando me giré para ver quien me pedía disculpas, vi a un individuo enorme tirado en el suelo, recogiendo el guiso que no había quedado sobre mí, el tipo intentaba limpiar las cuatro raciones de lentejas con arroz que habían llegado al suelo.
De pronto se levantó y sin mirarme, me volvía a repetir, lo siento y salió disparado por la puerta del vagón número 7, yo no salía de mi asombro, ni había captado como todo el mundo me miraba y nadie me decía ni media palabra, era un silencio sepulcral el que había en el vagón. Miré de un lado a otro y dije, ¿alguien me puede contar que ha pasado?, como por arte de magia, todos arrancaron en un torrente de carcajadas. ¿Qué ha  pasado? ¿De dónde han salido estas lentejas con arroz? Todos, incluida yo, reíamos y reíamos sin saber cómo parar, cuando pudimos calmarnos de dicho ataque de risa, algunos de los pasajeros intentaron auxiliarme, toallitas, colonia para calmar el olor de dicho guiso, y un largo etc.
Ahí comenzó el relato de como yo me había convertido en la porcelana ideal para servir unas nada apetecibles,  "Lentejas con Arroz".

Según me relataron entre risa y risa mis compañeros de viaje, el individuo había colocado en la parte superior del vagón, donde ponemos las maletas de mano, una bolsa de papel que contenía en su interior, un recipiente de comida para llevar, de esas que preparan en los catering de los colegios, con las famosas lentejas con arroz congeladas, que durante el trayecto y con la ayuda de la temperatura del lugar, fueron descongelándose, al cogerlas y yendo como iban en una bolsa de papel, esta se rompió, choco con el bordillo del reposa maletas y Zas, lentejas con arroz por todos lados, pero principalmente, sobre mí persona y la cabeza de la señora de delante.
Esta anécdota nos sirvió para hacer la última hora y media de viaje restante muy divertida, y darme a mí la posibilidad de adquirir a dos posibles nuevas amigas y algún que otro sinergiado.

Bueno amigos, todo acto lleva consigo una reflexión, en este caso nos viene a decir, que todo suceso negativo, tiene su reflejo en otro positivo, o dicho de otra manera, es asombroso ver como las cosas cambian, lo que en un momento nos da una visión oscura, de pronto puede verse multiplicado en luz brillante y positiva, cambiar, no estar, reinventarse… de mil maneras una situación puede sorprendernos, la mayoría de las veces con un sabor de boca muy agradable, las otras un tanto amargo, pero incluso este último tiene el sabio triunfo de la rectificación.

Espero bibliófilos que hayáis disfrutado con esta anécdota de viaje, tanto como yo he disfrutado al escribirla.
Os deseo lo mejor y como siempre, que la vida os sonría y que vosotros le sonriáis a ella.